Tal como los animales, el ser humano se ve expuesto a diferentes estímulos. Es una experiencia constante en nuestra vida enfrentarnos a experiencias desafiantes, lo vivimos desde que nacemos. El TRAUMA, se genera cuando el estímulo es demasiado grande o cuando nuestra capacidad de respuesta no nos permita resolver la situación desde la huída o el ataque. Entonces cuando nos pasan cosas a las que sentimos que no podemos responder, nos congelamos.

El congelamiento desde nuestro sistema nervioso central se vivencia como una especie de "apagón". Cada vez que nos enfrentamos a un estímulo, el cuerpo acumula energía para  huir o atacar, sin embargo cuando percibimos que esta huida o ataque son insuficientes para el estímulo al que nos enfrentamos, nos paralizamos. Esa parálisis se llama "congelamiento". Esa energía no se usa y se guarda en diferentes partes del cuerpo. Cuando nos encontramos con estímulos parecidos a lo largo de nuestra vida, esa energía guardada se activa y volvemos a sentirnos paralizados o congelados. Esto se llama "activación traumática".

Luego llegamos a consulta preguntándonos porqué no nos resultan las terapias, porqué aunque deseamos avanzar nos sentimos estancados o porqué no nos resultan las cosas a pesar de que tenemos todo a favor.

El trauma es el enemigo invisible. El Sistema nervioso lee el trauma como si el mundo exterior fuese peligroso y el cuerpo está costantemente en "alerta roja", por lo que no hay un espacio de relajación o expansión donde se produce la integración de experiencias y llene de energía. En palabras simples, el trauma bloquea el contínuo fluir de la expansión y contracción de la vida. Y nos deja en un solo estado.

Los síntomas del trauma son: cansancio, poca energía, sensación de estar perdidos en la vida, poca capacidad de reaccionar, falta de claridad, bajo ánimo, negatividad, falta de interés por el presente, exeso de sueño, o al contrario, falta de sueño, pesadillas, incapacidad de estar en reposo o descanso, hiperactivación, acciones sin reflexionar, ansiedad, angustia, atáques de pánico, étc.

A través de esta técnica podemos destrabar poco a poco los bloqueos e integrarnos al fluir de la vida, sintiéndonos renovados y vivos otra vez.

La frecuencia de las sesiones es de 1 vez a la semana por 3 veces o hasta que el cliente sienta que el síntoma ya no está.

La primera sesión vale $40.000 y las siguientes $25.000 pesos chilenos.